Fotógrafos cachondos

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Vengo observando una tendencia a publicar en la prensa escrita fotografías que se encuentran entre lo curioso y lo ridículo. Imágenes en las que un personaje sale retratado con un gesto gracioso, o en una situación impropia de su labor. En verdad no sé si es una tendencia o una simple casualidad durante esta semana, pero me da igual, no necesito muchas razones para criticar e insultar. Sobre todo para insultar.

Pasemos a la primera de ellas. Hace unos días estaba yo leyendo la prensa internacional como hago todas las mañanas mientras tomo té y escucho a Mahler; ya había terminado de subrayar el Frankfurter Algemeine, el New York Times, Le Monde, el Qué Me Dices, el Maxi Tunning y el Black Lesbian Teens. Así que me dispuse a echarle un vistazo a El País, esperando una portada solemne, alguna noticia de alcance, quizá una imagen del Parlamento Europeo o de alguna embajada nórdica con amables musulmanes alrededor poniendo calefacción gratis. Pero no. Me encontré con esto:




No voy a decir que no tiene su gracia la foto. Al principio pensé que el Santo Padre había decidido tener un aspecto más juvenil, peinarse con cresta, ponerse piercings en los pezones y tatuarse la cara de Eminem en la espalda. La idea es buena, con un guía espiritual así me pensaría adoptar la fé cristiana, seguro que me dejarían casarme por la iglesia con camiseta de tirantes blanca, calzoncillos de Taz el Diablo de Tasmania y chanclas de piscina. Sin embargo, me di cuenta de que no era el caso, y que el Papa no sigue la senda del descontrol y el alboroto aún.

Entonces estaba claro que se trataba de un caso de fotógrafo cachondo. Qué gente más mezquina, seguro que no hizo una foto en dos horas, pero en cuanto el viento le levantó el pelo a Benedicto Equisuveí, gastó el carrete. Pobre Ratzinger, encima de que es feo hasta de espaldas el muy cabrón, van y le publican fotos con tupé. Esa cresta a lo metrosexual impide siquiera fijarse en el crucifijo, mucho menos en el pie de foto que seguro era interesante a más no poder.

Otro caso parecido lo encontré hojeando uno de los periódicos gratuitos que reparten por las mañanas. Por cierto, estos prodigios de calidad periodística merecen un texto aparte. De este periódico no esperaba fotos buenas, más bien suponía que en la portada iba a aparecer Ronald McDonald cantando rancheras o algo así. Por eso me sorprendió reconocer el peinado de Mariano Rajoy, pensé que algo importante tenía que haber pasado para que pusiesen fotos de políticos en primera página. Pero al bajar más la mirada, lo comprendí: un fotógrafo cachondo.



El bueno de Mariano no se estaba solidarizando con los asistentes al Congreso Nacional de Síndrome de Down. Tampoco estaba pidiendo besos. No creo que estuviese intentando verse los labios. Es difícil saber qué le llevó a componer ese cómico gesto y no voy a investigar más sobre ello, la cuestión aquí es: ¿por qué te gastas 7.000 euros en una cámara profesional, si es para hacer fotos chorras? Para eso te sobra con la cámara del móvil y unos alcohólicos.

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