El ambiente era muy agradable por tanto, casi diría que bucólico, cuando aparecieron en escena los que a continuación serían mis rivales en una lucha sin cuartel. Una señora de aproximadamente 40 años y su mascota, un perro de tamaño mediano. No era uno de esos perros-rata o perrillo faldero, pero tampoco era un perro grande de los que salvan a esquiadores atrapados bajo aludes. Dadas las características mediocres tanto del perro como de la dueña, no les presté atención, hasta que el vil can comenzó a ladrarme.
Poco a poco avanzaban ambos hacia mi posición, el perro ladrándome y la dueña callada, pensando en dios sabe qué receta de guiso con legumbres. Yo supuse que ella detendría al perro, teniendo en cuenta que es su obligación legal llevarlo con correa, una norma flexible si el perro se comporta bien y no molesta a la gente. Pero éste no, éste era una bestia del averno que deseaba morderme la yugular para después devorar mis órganos internos y dejar los restos para el guiso de legumbres que ya he citado. Miré a la señora para darle a entender que su mascota me estaba molestando y que debía sujetarlo por el bien de la paz, sin embargo ella hizo caso omiso y dejó que el animal continuase con su agresivo acercamiento a mi persona.
Miré alrededor y la tarde ya no era luminosa, se había ensombrecido ante la proximidad del inevitable enfrentamiento. Las alegres personas que habitaban la zona parecían haber desaparecido, y la plaza ya se asemejaba a los Campos Cataláunicos. El perro aceleró y, ante la pasividad de su dueña, saltó a la altura de mi rodilla. Ahí comenzó el mítico duelo que enfrentó al hombre con la bestia.
Lógicamente no me hacía mucha gracia que me mordiera (no sería la primera vez), así que decidí en un instante defenderme de su ataque. Utilizando mi exquisita técnica futbolística le propiné un sutil golpeo con el empeine exterior de mi diestra, de forma que el enemigo canino describió una parábola que acabó haciéndole impactar en el vientre de su dueña. Así es: el escaso peso de mi rival, unido a un chut digno de mención en el Marca, provocó que el perro recorriese tres metros girando en el aire hasta chocar con la sorprendida mujer.
Contemplar a tu perro haciendo tirabuzones por el aire debe ser difícil de asimilar, y así se les quedó la cara a ambos. El pobre perro se fue sin saber qué había pasado, y su ama tardó varios segundos hasta que pudo articular palabras. Me recordó a cuando un tenista hace un saque buenísimo pero le devuelven un resto ganador que no puede casi ni tocar. En fin, creo que todavía está intentando reconstruir los hechos para comprenderlo todo.
Para ayudarla, he hecho una simulación gráfica del combate, recordando los videojuegos de hace 10 años. Yo me llamaré David y el perro se llamará Perro.
Aquí vemos la presentación del duelo, yo ataviado con mi pijama de luchar y Perro con su cara habitual de criatura imbécil:

He recreado el enfrentamiento en un bonito entorno marinero. A la postre se supo que era a la vez el Round One y el Round Último.
Vayamos a la acción decisiva. Obsérvese el perfecto impacto sobre mi rival, que se abalanzaba sobre mí sin cambiar su impasible gesto.

Por último, la escena final de victoria y alboroto. Perro cae derrotado en una extraña postura. No he incluído a las masas enloquecidas que me aplaudían porque no caben en la imagen, y tampoco a la señora porque era bastante fea y se confundía con el tronco de ese almendro que he puesto.
Jajajaja...coño el zombi de Jesus Gil...jajaajjaa, pero como se puede ser tan bicho. Un dia tienes q recopilar todo esto para un monologo junto a lo de las chicas con ADSL en medio rural y retado por un excremeto...sería grandioso.
ResponderEliminar¿Nadie de PeTA o de Greenpeace se ha sentido ofendido por este artículo? Al menos el perro no quiso la revancha.
ResponderEliminarAhora entendemos tu admiración por los yayos vs buitre y oso de Badajoz.
ResponderEliminar